Sexualidad en los Discapacitados


La sexualidad es una función humana que tiene “múltiples posibilidades”, la reproducción es sólo una de ellas. También es un medio para expresar amor, intimidad, placer y comunicación.


El impulso sexual, es una cruda manifestación de la naturaleza de nuestros cuerpos. El delicado y complejo funcionamiento de nuestra biología y su producción hormonal son responsables de su presencia.
Podemos decir que no tenemos sexualidad, sino que” somos sexuados” en un sentido amplio; y el hecho de ser varón o mujer, y la forma de cómo lo hayamos aprendido a serlo, nos define de una manera diferente de ser y estar en el mundo.
Es importante entender para desmitificar algunas falacias, que se definen como verdades absolutas a la hora de hablar de la sexualidad de las personas discapacitadas. En primer lugar el término “discapacitado” no debería ser utilizado, ya que en general desvaloriza, descalifica y pone una etiqueta de inferioridad e incapacidad generalizada.
Según la definición de la OMS, discapacidad es toda restricción de la capacidad de realizar una actividad (por la deficiencia), dentro del margen que se considera normal para un ser humano. Se refiere a actividades que se espera de los individuos, como pertenecientes al género humano. Existen diferentes tipos de discapacidades: físicas, sensoriales, viscerales, y mentales.
Nos referiremos a las mentales. Hay muchos tópicos para tratar, ya que resulta muy difícil generalizar conceptos, en los cuales se puedan encuadrar los diferentes casos.

¿Por qué sucede esto? Porque existen diferentes tipos y grados de discapacidades mentales, existen diferentes manifestaciones y/o comportamientos sexuales, y fundamentalmente existen diferentes lecturas familiares y sociales, de tales comportamientos como normales o anormales, de aceptables o inadaptados. Muchas veces puede resultar difícil aceptar, que una persona discapacitada realice una determinada conducta sexual considerada “anormal o desajustada” por los demás, porque no aprendió a moderar su impulso natural según las costumbres de su medio social. La magnitud de su incapacidad, pudo haberle impedido el aprendizaje de este correcto comportamiento. También pudo haber ocurrido, que nadie se haya ocupado de enseñarle un comportamiento correcto, ya que muchas personas creen que las personas con algún tipo de discapacidad no tienen sexualidad, o lo que es peor, que no tienen derecho a tenerla y a ejercerla.



En el ser humano, la sexualidad tiene diferentes estadios evolutivos; las diferentes edades cronológicas van transitando y exteriorizando diferentes manifestaciones propias de cada etapa. Muchas veces las personas con algún tipo de discapacidad mental, pueden tener una edad mental que no corresponde con su edad cronológica, y en este caso el comportamiento quedaría desajustado o inadecuado.
El concepto que la discapacidad en cualquiera de sus variaciones, no debe privar a los varones y las mujeres de cualquier condición, del “derecho humano” de gozar de una sexualidad placentera y responsable adaptada a las posibilidades y capacidades de cada uno.
El respeto, la aceptación de las personas por lo que son y por los valores espirituales y afectivos que poseen (y no exclusivamente por las virtudes y destrezas físicas o intelectuales), debería ser el marco de una sana educación sexual. Educación, en la cual pudiéramos enseñarles a nuestros hijos, a querer, aceptar, y cuidar nuestro cuerpo y el de los demás, respetando y aceptando las diferencias individuales.

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